lunes, 28 de marzo de 2011

Tiempos

Artículo publicado en el Diario El Correo 22.03.11

El tiempo social también es relativo. Einstein nos dejó explicada su teoría de la relatividad del espacio-tiempo (que al parecer son una misma cosa) pero no es fácil entenderla. Todos comprendemos, en cambio, que el tiempo no se vive igual en Fukushima, en Tokio, en Garoña, en Bilbao, en Logroño o en Bengasi. Al fin y al cabo, llamamos tiempo a nuestra percepción del tiempo, y los acontecimientos lo aceleran o lo frenan, lo comprimen o lo expanden como si fuera un gas. Es un gas el tiempo, o mejor dicho, una mezcla gaseosa que a veces parece estable y a veces puede estallar, igual que ha estallado el hidrógeno en Fukushima al entrar en contacto con el oxígeno de la atmósfera. Todo son correspondencias en la realidad; esto ya lo han visto los poetas, especialmente los poetas simbolistas y sus sucesores. El día 21 de marzo fue el Día Mundial de la Poesía, pero no sabemos muy bien qué es la poesía, del mismo modo que no sabemos qué diablos es el tiempo. "La poesía no es una liberación de las emociones, sino la escapatoria de ellas; no es una expresión de la personalidad, sino una evasión de dicha personalidad", escribió Eliot. Justo lo contrario de lo que creen o dicen otras personas. Del mismo modo, para unos el accidente de Fukushima demuestra que la energía nuclear es incontrolable mientras otros aseguran que lo que se ha demostrado aquí es la seguridad de las instalaciones, que resistieron el terremoto. Las sociedades humanas son un puzzle o un gran mosaico de piezas desiguales donde el tiempo cultural, el social, el histórico, que pertenecen a la misma esfera de las invenciones, marchan a diferente paso en distintos lugares. Encajan entre sí los tiempos y las piezas, encajan o chocan, como las diferentes visiones del mundo. En el norte de África han chocado dos grandes placas de tiempo contradictorio y se ha formado un terremoto de alcance mundial que puede afectar al precio del combustible y de los fertilizantes en Garoña. Ahora que si nos vamos a Garoña, encontramos el tiempo rural, su lentitud, su arcaísmo, sus apremios elementales y sus plazos monótonos. Y descubrimos que allí, en los alrededores de la central, se nota menos la central que en Vitoria-Gasteiz, donde se acuerdan de ella cada vez que ven el humo blanco de Fukishima. A Garoña no puede llegar un tsunami. Pero la Naturaleza no puso la planta de Fukushima al alcance del tsunami, fueron los hombres. La fuga radiactiva de 2007 en Ascó no la provocó ninguna ola gigante. El desastre de Chernóbil tampoco fue la consecuencia de un cataclismo natural. Y si los seísmos no parecen una gran amenaza en buena parte de la península ibérica, la deficiente seguridad de las nucleares españolas sí parece motivo de preocupación. Mientras en Garoña el tiempo agrícola tapa la central con la niebla del amanecer, el tiempo urbano está lleno de información, de avisos, de correspondencias.



domingo, 27 de marzo de 2011

El Bilbao de Bernardo Atxaga


El Bilbao de Bernardo Atxaga, de la banda Pott y del fallecido Juan Carlos Eguillor... El propio Atxaga habla de ello (de ellos) en el programa que le ha dedicado Capital Cultura

sábado, 26 de marzo de 2011

Juan Carlos Eguillor

Juan Carlos Eguillor ha muerto recién comenzada la primavera.
Nació en San Sebastián, pero era (además) bilbaino. Muchos de sus dibujos, collages, pinturas y grabados forman parte del imaginario bilbaino o del Bilbao imaginario del siglo XX y han contribuido a formar la imagen artística de la villa. Si se hiciera una exposición sobre eso, sobre la imagen de Bilbao en el arte, no podría faltar la aportación de Juan Carlos Eguillor.

En fin, ya se dice que un bilbaino nace donde le da la gana y los donostiarras han dado notables bilbainos.
Bilbao, sin embargo, es una madre cruel. ¿Por qué, en los últimos años, Eguillor estaba tan ausente de Bilbao, en un tiempo en que no hace falta vivir en un sitio para tener presencia en él? Eguillor murió en Madrid, como Blas de Otero, y Antxon Urrusolo escribió en El Correo Morir en las Islas Caimán

miércoles, 23 de marzo de 2011

Las alarmas

Articulo publicado en el diario El Correo, 15.03.11

Tenemos tendencia a poner el centro del mundo en el punto de vista del único observador que conocemos: nosotros mismos. Por ello imaginamos que son los terremotos los que vienen a buscarnos en lugar de pensar que vamos a su encuentro. Construimos nuestras casas en la ladera del volcán y luego nos llevamos las manos a la cabeza cuando el volcán entra en erupción.
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Fotografía de Robert Capa tomada en Bilbao en 1937

lunes, 14 de marzo de 2011

Los mapas

Mientras sigo las revueltas en los países islámicos, que sumadas dan lo que se ha llamado ya la revolución del siglo XXI, miro mapas. Miro mapas para entender mejor esa región del planeta que se extiende más o menos según cuáles sean los factores que consideremos... Aunque lo mejor será quedarnos con lo que actualmente se llama la región MENA, que corresponde a Oriente Medio y Norte de África. Un grupo de países con muchas cosas en común, como la religión mayoritaria y la demografía. Hay 100 millones de jóvenes en la región MENA que forman una bolsa de frustración pavorosa. Eso no se puede representar en un mapa demográfico, pero emerge de las cifras si sabemos que, en su mayoría, están excluidos de la educación, el empleo, las decisiones políticas y la esperanza. No es de extrañar que la frustración se haya transmutado en desesperación y haya encendido la chispa de la rebeldía. También los mapas mutan. Es lo que tienen de fascinante. Hay olas, incendios, avalanchas o silenciosas avenidas que inundan las llanuras y mueven las fronteras. Hay colores que se funden y masas que se separan. Los mapas cambian con el tiempo y cambian también según cuál sea el criterio para elaborarlos. Habría que verlos siempre en una animación, convirtiéndose en otra cosa.
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viernes, 11 de marzo de 2011

Mar de gente

La Humanidad es el tercer mar de la Tierra; el segundo (el primero tal vez) es la atmósfera, ese mar liviano que no para, esa esfera invisible que se agita y resplandece. Hay tres espectáculos naturales que superan al cine: el cielo, el fuego y el mar. Todos se agitan y resplandecen; sólo la Humanidad se agita y no resplandece. Pobre Humanidad. No lo escribo con mayúscula por espíritu épico, sino por distinguirlo de la otra acepción del término, la que significa “naturaleza humana”. La especie nuestra, extendida sobre el planeta como una capa de bacterias o un extraño sueño del universo –somos la mar de gente–, es opaca, pero fascinante.